Retazos de vida

Cielo infinito

Cada vez sentía su cuerpo más distante de su espíritu. “Mi reino no es de este mundo”, esa oración de las sagradas escrituras retumbaba en su mente en varios momentos del día. Incapaz de precisar cuándo fue que el desasosiego se había instalado en su adentro, el tiempo permanecía estancado, al igual que su cuerpo, ambos abandonados en un mar de posibilidades, convertidos en víctimas de su propia miseria. Incapaz de velar por sí asistía a una suerte de despedida sin punto y final, como una balada sin rima.

Conocía el vacío inquebrantable del que lucha aún cuando el mar se antoja en calma. Nada parecía iluminar la oscuridad de su alma aislada entre las tinieblas, desterrada, enzarzada en el último estertor de una existencia baldía. Temerosa de su propia cobardía, incapaz de rearmarse ante sus demonios, anhelaba ese instante eterno, inerte en una soledad cada vez más sonora, hecha de ruidos y no lo suficientemente poderosa como para arrastrarla de nuevo a la vida. Más tampoco la muerte la quería y con ese sentimiento, su existencia, que otros juzgaban de comodidad envidiable, se convirtió en lenta agonía, tortuosa, delirante y doliente por más que la quisiese efímera y volátil.

No había precipicio que no hubiera habitado ni señuelos que no hubiese acariciado. La decepción se había apoderado de su ser hasta el punto de convertirse en su peor enemiga. Sin fuerzas para incorporarse por vez que fuera, no reunía el valor ni tampoco la cobardía con la que poner fin a esa balada asonante en la que parecía sumergida. Le faltaba coraje o tal vez osadía mientras permitía al miedo campar a sus anchas entre sus días.

Anhelaba el instante en que el sueño divino plegase sus ojos, aún a sabiendas de que hasta este pensamiento no era más que otra de sus utopías. Maldita, condenada, egoísta, vacía, un sinfín de apostrofes sacudían su conciencia sometida a una crítica feroz que la consumía.

No podía desandar lo andado y tampoco lo pretendía. Ya no tenía sueños ni ilusiones escondidas. No sabía cómo disfrazar su voz que se desvanecía de a poco en susurro, en lamento, en retazos de vida.  Y así veía consumirse su vida mientras su aliento le repetía: «Mi reino no es de este mundo …»

Publicado por María Jesús Galindo Bollain

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8 comentarios sobre “Retazos de vida

  1. Es el primer relato tuyo que leo Me ha gustado mucho como escribes,muy fluida,muy profunda tu pluma.
    Seguiré leyéndote, sigue escribiendo y mucho ánimo!
    Gracias por ofrecerme compartir tu blog.

    Le gusta a 1 persona

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